Por DINA PUNTIN
Septiembre era para los “viejos burreros” sinónimo de “Patrono San Miguel”, es decir, Gran Premio de turf en el Hipódromo Almafuerte de Paraná.
Entre Ríos tiene como patrono al arcángel San Miguel y su festividad se recuerda el 29 de septiembre. Y por mucho tiempo la cita hípica por excelencia de cada 29 de septiembre, feriado provincial, fue el Clásico Patrono San Miguel que reunía a miles de personas de la región que vibraban con los mejores exponentes del turf argentino.
Las gradas se dividían entre populares y plateas y se llenaban de fervientes apostadores y familias que seguían atentos con la mirada el programa de carreras y estudiaban la mejor combinación para acercarse a las boleterías y realizar su estratégica jugada.
Después se ponía y atención y toda la tensión en el paso de los protagonistas y su posterior ubicación en las gateras al aguardo del inicio de la carrera principal sobre 2.000 metros. El gran predio estaba completo y los gritos bajaban desde las tribunas y llegaban al costado de la pista para alentar a los “pingos” que pasaban conducidos por unos jockeys endiablados y como una ráfaga de viento y tierra para cruzar el disco y consagrarse vencedores. Todo era algarabía, festejos, aplausos, muchas risas y a cobrar.
Hasta el gran Legui dijo presente
Tan convocante fue desde sus inicios el premio al patrono de la provincia de Entre Ríos que entre los muchos recuerdos que acuñó en sus pistas y studs el Hipódromo Almafuerte, se comenta que la leyenda de las pistas hípicas de Argentina, Uruguay, Chile y Brasil recorrió las instalaciones.
El mejor de todos, don Irineo Leguisamo (eximio jockey uruguayo), visitó el Almafuerte en tres oportunidades.
Una allá a lo lejos por la década del 30, cuando una huelga en los circos hípicos de Buenos aires obligó a los jockeys a correr en el interior. En esta oportunidad, su presencia pasó desapercibida seguramente porque lo hizo como un competidor más, sin mostrar sus pergaminos que a esa altura significaban 21 triunfos, 14 de ellos consecutivos desde 1923-1936.
La segunda fue durante el premio “Patrono San Miguel” que se desarrolló en 1967, pero no el feriado del 29 de septiembre porque ese día llovió y la pista en muy malas condiciones obligó a correr la justa el domingo 1 de octubre. Claro que Leguisamo para esa época había colgado la fusta (salvo alguna exhibición o match programado) y sólo participó vitoreando desde las tribunas.
Y el más recordado por los empleados, dirigentes y vecinos es la visita del jockey en 1974 también en Primavera.
En esa oportunidad fue recibido por el equipo de protocolo integrado en ese momento por los empleados Antonio Cabo y Carlos María González y el representante gremial, Felipe Escalada.
Leguisamo, junto a dos jockeys de La Plata, recorrió los studs, la confitería y se subió al palco para observar no solo la pista y la largada sino también la ciudad que todavía se rinde a los pies de las 22 hectáreas que posee el predio.
Desde allí visualizó el Tiro Federal, la zona del Cristo Redentor y los barrios que por esa década estaban poblando las tierras cercanas al Seminario. Gran panorama para un corredor que tuvo siempre la vista puesta en la meta y que de reojo pispió a su inmediato perseguidor. Porque no hay que olvidar que Legui, el Maestro, el Pulpo o el Eximio, corrió más de 12.700 carreras de las cuales ganó alrededor de 3.200. El mismo jockey que en una tarde alcanzó un récord de 7 victorias, sobre 8 carreras que se disputaron.
A pesar de la popularidad y trayectoria dentro del deporte argentino, pocos pueden hablar y hacer referencia de haberlo conocido. En la revista “Relatos” de agosto de 2007 se transcribe el testimonio de Carlos María González que trabajó mucho tiempo para el Jockey Club y tuvo el orgullo de mostrar fotografías de antaño.
“En esta ocasión llegó para presenciar la carrera principal que se corrió sobre 2.000 metros, pero nunca vas a encontrar la noticia de su llegada en los diarios porque nunca se reflejó las figuras, artistas o músicos que venían, solamente lo deportivo tenía lugar. Ahora pasa lo mismo, si viene alguien importante no sabés porque solo publican los resultados y con suerte con un comentario de la carrera principal”, supo describir González en tiempos de diarios de papel y pocos sitios web dedicados a la actividad turfística.
Los registros recopilados en el libro Bodas de Oro del Jockey Club, de septiembre de 1972, tampoco registra el paso de Leguisamo por la vida del Almafuerte.
Ese elegido por el destino para trascender a través de las riendas de un caballo, estuvo en Paraná, en el Jockey Club, en la época primaveral que los lapachos pintan de rosa la fachada del Almafuerte.
Ese jinete que cerca de morir expresó en sus memorias: “Tengo todos los presentes que puede ambicionar un hombre a quien el ventarrón de una carrera de un pura sangre dejó estampado en su rostro las huellas indelebles de una riesgosa profesión. Que es el sello que los años suelen dejar en el hombre que trabaja, que se ha hecho a todos los vientos, hermanando las ansias que robustecen los sueños y los desvelos del ser humano”.
El Legui que fue amigo de Carlos Gardel y a quien el Zorzal Criollo le dedicó un tango con su nombre “Leguisamo solo nomás”.
El mismo que llegó de Arerunguá, un pueblito del Salto uruguayo, para ganar 10 veces el Carlos Pellegrini y sumar en su haber 500 clásicos repartidos entre Uruguay, Argentina, Chile y Brasil.